¡Me vuelvo a China!
Tengo pendientes, como siempre, entradas anteriores. Quedan algunas del orfanato, pero ahora que por ciencia infusa el VPN ha decidido funcionar, aquí estoy para postear desde Shanghai lo que mis dedos puedan teclear, o el VPN tolere, porque aquí sin VPN Google, Facebook y Gmail van poco y mal o simplemente, no van.
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Tras venir a estudiar 汉语(Hànyǔ - chino) en dos ocasiones y ser voluntaria en el orfanato el pasado verano, en esta ocasión el viaje mezcla ocio, trabajo y no voy a negarlo, algo de magia, porque estos días en China se celebra el Año Nuevo Chino, que es además el año del Mono de Fuego (猴火的一年 - Hóu Huǒ de yī nián).
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Cuando las cosas empezaron a ponerse feas en el trabajo, tomé la decisión de iniciar el Master de Estudios Chinos de la UPV/EHU junto a la escuela de chino LuXun, donde Mei, Soldado y yo misma estudiamos el idioma. En el master conocí a un grupo de gente fantástica y todos teníamos nuestra propia versión de China. Algunos viajaron a China por primera vez, otros volvimos y a día de hoy, el pequeño reducto de irreductibles chinaos de la clase 21 del sótano de la Universidad de Elcano tiene una gran relación, hasta el punto de viajar juntos.
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Al igual que la primera vez que vine a Shanghai, hace ya cuatro años, el avión no sale de madrugada, lo hace de tarde y esto implica ver a Mei ponerse triste. La pequeña princesa no está demasiado conforme con el hecho de que yo viaje a China de nuevo, de modo que le cedo mi Totoro de peluche para que me lo cuide y le prometo WhatsApp, We Chat o llamadas vía Skype. Es casi mejor que no venga al aeropuerto a despedirme.
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Después de preparar mi maleta, que incluyen 18,7 kilos en ropa y unas botas, Padre y Soldado me llevan al aeropuerto donde ¡Oh Sorpresa!el avión sale con media hora de retraso, aunque ellos afirman que llegaré bien a Amsterdam, de donde sale el siguiente avión.
Hacemos tiempo esperando en la cafetería hasta que a las 17:35 me dicen que ya puedo embarcar. Besos, selfie y no acostumbrarse que vuelvo en 15 días.
Esta vez vuelo con KLM, la compañía holandesa equivalente a Iberia, y ya os digo que en mi vuelo hay muchos chinos que tal vez vengan conmigo a Shanghai. El embarque es rápido. Me toca ventana, asiento 16F y a mi lado un holandés que me pide la revista del avión, el no tiene, con un marcado "¿Puedo leer ese tu libro?". Son las 18:20 y comenzamos el ascenso.
El aeropuerto de destino es Schipol, dicen que es de los mas bonitos de Europa, pero como vamos con retraso, no lo podré ver hasta el 22 de febrero, cuando tenga 3 horas de escala a mi regreso a casa.
Ya se que según llegue hay que buscar la puerta F6 y que me encontraré una oda a Holanda con ceramica, molinos, tulipanes y zuecos, igual que el tentempié del avión. La caja es tan bonita que da miedo romperla y tiene ese mensaje tan curioso "Vacas felices, mejor leche".
Un asiento más allá, una chica ve el primer capítulo de la tercera temporada de 'Downton Abbey', ese en el que Lady Mary y Matthew se casan. Todo tan bonito y luego la acabaste con aquella tragedia "No te lo perdonaré jamás Julian Fellowes".
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Nos habían anunciado turbulencias, parece que nos hemos librado, aunque la cancelación de vuelos a Paris y Estambul nos había asustado.
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