Las piezas que faltan del puzzle - 拼图的缺失部分
Si había una cosa que tenía clara cuando decidí ir a hacer las prácticas del máster a un orfanato de Henan, era la de hacer recuerdos. Tomar fotos y filmar vídeos con los que crear piezas que, algún día podrían encajar en el puzzle de la vida de alguien.
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Del mismo modo que internet nos permitió conocer a Moya, que desde Denver fue capaz de rellenar algunos de los vacíos que encontrábamos en los tres primeros años de Mei, yo deseaba hacer lo mismo con otras familias. Mientras estuve allí, y el wifi lo permitió, escribí crónicas chinescas dando testimonio de mis vivencias y contando las maravillas de los peques que tuve a mi cargo, aun tengo dos o tres pendientes de publicar y eso que ya hace 3 años de aquello.
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Si habéis seguido mis crónicas, veréis que adjuntaba anécdotas e imágenes de los peques que cuidaba durante aquellos 14 días en el orfanato. Había una cosa que tenía clara, era posible que no volviese a saber de ellos nunca, pero también quería creer que sus padres serían tan inquietos como los míos que, ocho años después de la llegada de Mei, siguen buscando para dar respuesta a las preguntas que su inquieta cabecita comienza a hacerse.
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Con esa idea hice cientos de fotografías, que están correctamente catalogadas por cada peque, incluyendo su nombre en caracteres chinos y con un pequeño documento que incluye algunos detalles sobre lo que les gustaba y lo que no, digamos que son manías de periodista. Y con mi archivo, guardado en una memoria externa y con una copia en mi ordenador pasaron los días, las semanas y los meses y cuando había ya pasado un año de aquello y sabía que dos de mis chiquitines ya estaban con sus familias, una de ellas se reunió con sus padres tan solo dos días después de mi marcha y el que yo llamaba cariñosamente ChienPo había sido adoptado en China, un día la burbuja del chat de Facebook se iluminó anunciándome que alguien quería contactar conmigo desde Estados Unidos.
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Se presentaba, me decía quien era y me contaba que en unos meses iba a ir al orfanato a buscar a su hija, a la que había localizado en una de las fotos de mi blog, mientras buscaba datos del orfanato y de la ciudad de su pequeña. Me preguntaba también si tenía más fotos de su hija, tenía hasta video, y me pedía por favor que le contase algunas cosas para hacer la espera más corta. Su niña era la preciosa Meng Tian, la de los ojos grandes y avispados que fue la única que estaba despierta cuando salí del orfanato por última vez y me despidió con su contagiosa sonrisa. ¿Podéis imaginar la alegría que me dio su mensaje?
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Dos días después, también desde Estados Unidos llegó otra solicitud de chat por Facebook. Era otra madre que también esperaba para ir a por su pequeña. Las dos madres se conocían, gracias a las redes sociales porque sus hijas eran del mismo orfanato y una le había hablado a la otra de mi blog, en el que encontró una fotografía de su pequeña, vestida de rosa, riendo alguna de las ñoñerías que yo le estaba soltando. Me preguntó por la salud de su hija, por cómo era, lo que le gustaba… y yo, lo reconozco, no podía parar de llorar de la emoción de saber que la idea que buscaba poner en práctica al ir al orfanato había germinado.
Dos días después, también desde Estados Unidos llegó otra solicitud de chat por Facebook. Era otra madre que también esperaba para ir a por su pequeña. Las dos madres se conocían, gracias a las redes sociales porque sus hijas eran del mismo orfanato y una le había hablado a la otra de mi blog, en el que encontró una fotografía de su pequeña, vestida de rosa, riendo alguna de las ñoñerías que yo le estaba soltando. Me preguntó por la salud de su hija, por cómo era, lo que le gustaba… y yo, lo reconozco, no podía parar de llorar de la emoción de saber que la idea que buscaba poner en práctica al ir al orfanato había germinado.
Durante los tres meses siguientes seguimos hablando, nos hicimos amigas en Facebook y desde la distancia fui testigo de cómo recibían a sus hijas. Poco después la madre de la peque a la que acompañé al registro me agregó también para contarme cosas de su tesorito. Desde entonces veo cómo mis tres soletes crecen, visitan Disneyland, celebran sus cumpleaños, animan a sus hermanos mayores en partidos de baseball como perfectas animadoras de película, van a la playa, recogen manzanas o van a clases de rehabilitación, algunas lo necesitan.
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Hace unas semanas, la madre de la que cariñosamente llamamos Jade inició una cuenta atrás para anunciar que su pequeña se acercaba a su cuarto cumpleaños, el segundo con ellos, y cada día iba restando los días añadiendo una fotografía que definía a su hija, su alegría. Para iniciar la cuenta atrás escogió una fotografía de su pequeña sonriendo, vestida con un traje de tul rosa que mientras reposa sobre unas piernas en forma de nido para que estuviese cómoda, sonríe feliz. Las piernas, son las mías, y es una de las piezas de ese puzzle de las que os hablaba, porque esa imagen, que ella dice que es un tesoro, es la foto que nos unió hace justo dos años. Creo que puedo decir: Misión Cumplida.
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