#Coronavirus 4

Ya ha pasado más de un mes de confinamiento, son ya más de 30 días los que llevamos metidos en casa, esperando que llegue el pico, que frene la curva, que bajen los contagios. Ya hemos escuchado de todo y, sin ánimo de ofender a nadie, cada vez hay más y más sabelotodos que, como decía Mushu en una escena de Mulan, "Han surgido de la nieve, como setas". En estos días nos ha dado tiempo a pensar, reír, llorar, criticar, saltar, bailar, gritar, volver a llorar... 


Son más de 20.000 las personas que han fallecido CON covid19 y a estas alturas todos hemos perdido a alguien o conocemos a quien el virus ha arrancado un trocito de su vida para siempre sin dejarle siquiera despedirse y eso, es una espina que se queda muy dentro y que habrá que ver cómo se afronta cuando pase todo esto, porque pasará. Mientras tanto solo podemos esperar. Esperar a que la normalidad, esa que dicen que no regresará tal y como la conocíamos, vuelva. 

En casa seguimos con la rutina, una vez pasadas las vacaciones de Semana Santa. Sigue el teletrabajo, este lunes volverán las clases online y mi mesa está llena de libros y anotaciones relacionadas con mi tesis doctoral, que tengo que depositar este año y que actualmente vive un bloqueo que espero solventar cuanto antes. Como muchos de los confinados, las plataformas online son una vía de escape, no se cuantos clásicos he revisionado ya, entre ellos "El festín de Babette". 

También ha caído alguna que otra serie, que reconozco veo con nocturnidad porque el insomnio en aislamiento es maravilloso (ironía modo on), y libros, muchos libros. De la tesis, de los que tenía pendientes... Como tenemos un poco de jardín, salimos a dar paseitos con Noa que adora rebozarse en la hierba y devorar chiviritas mientras mi padre que, no nos engañemos, es el que peor lleva esto se conoce ya cada brizna verde.


Otra de las actividades fundamentales es mirar por la ventana y escuchar los pájaros, tal vez nos empezamos a parecer a la bisabuela Ángeles, que cada tarde se sentaba en el respaldo de su sofá color verde y se asomaba a la bulliciosa calle en la que vivía desde su mirador.

Somos conscientes casa vez más de que todos llevamos un policía dentro para vigilar a los vecinos, aunque por el momento no nos hemos sumado a la vecina del bloque de enfrente que cada vez que el del quinto saca al perro, sale a la ventana con una cuchara y una tapa de cazuela que hace sonar durante el paseo, digamos más bien largo, que el muchacho se pasa en el parque con el perrito y la pelotita.

A las 19:58 salimos a aplaudir al balcón a los "héroes" de la pandemia, esos a los que les han empezado a "invitar" a abandonar sus viviendas sus propios vecinos porque igual, son un poquito peligrosos. Entre las novedades del aplauso sanitario está un vecino de dos bloques más allá que hace tocar una sirena antiaérea, como las que contaba la bisabuela que escuchaba cuando había bombardeos en la Guerra Civil.


Continuamos con nuestra rutina y las clases de chino, y también nos hemos adentrado en la repostería y los dulces, porque somos de los afortunados que tienen en su poder, además de papel higiénico, los otros productos estrella de la cuarentena: la harina y la levadura.

Ya hemos hecho arroz con leche, bizcocho, magdalenas y sopesamos adentrarnos en el mundo del pan. A fin de cuentas, aún queda confinamiento para rato.


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