Las "marcas" del amor - 爱的脚印
Siempre he defendido, y defenderé, que las madres chinas que toman la dura decisión de desprenderse de sus hijos lo hacen para darles una vida mejor. Una oportunidad que puede asociarse a las palabras que nos hizo llegar 婆婆 cuando la encontramos: “Crece lejos, pero crece sana y feliz”
A lo largo de esta década que Mei lleva con nosotros hemos leído mucho sobre adopciones y hemos conocido casos de madres y padres que se reencuentran con sus hijos e hijas, que les piden perdón, que lloran abrazados a sus rodillas y les suplican una absolución que en sus corazones nunca será suficiente, pero que es necesaria para que sus pequeños entiendan por qué lo hicieron. En ocasiones, cuesta creerlo pero Yo quiero hacerlo y sé, que no soy la única.
En todos estos casos siempre hay algo, una nota que invita a un reencuentro en un puente en unos años (es el caso de Kati Pohler) o una marca de nacimiento que permitía diferenciar a dos gemelas que fueron separadas (la historia de Esther y su hermana ShuangJie) Algunas veces los astros se alinean para que se produzca el encuentro y otros siguen soñando con ello.
En cuanto Mei empezó a poder comunicarse con nosotros y a contarnos sus andanzas detectamos sus primeras “marcas” o “huellas” de amor, porque todo lo que nos decía eran cosas bonitas y recuerdos felices que hemos mantenido vivos para no privarle de esa herencia de su país que nos ha sabido transmitir y compartir, para bien. Mucho más allá de esas huellas invisibles a nuestros ojos, existen otras, tal vez imperceptibles, pero hay una especialmente llamativa detrás de su oreja derecha y que desde siempre ha fascinado a mi madre.
Es como una especie de hoyuelo derivado, tal vez, de un pellizquito y que desde siempre le hemos dicho que fue un beso de su Mamá Valiente. De esas marcas de nacimiento se habla en foros, grupos de familias adoptantes, documentales,...
Los padres de esas personitas quieren saber, algunos de ellos buscan encontrar las piezas del rompecabezas que en muchos casos supone el vacío sobre la identidad y orígenes que se plantea ante sus hijos e hijas y puede que por ello, se agarren a cualquier oportunidad de hacerlo. También hay jarros de agua fría, no nos engañemos. El propio Brian Stuy, que junto a su esposa Lan gestiona la web RESEARCH-CHINA, apuntaba en 2008 que no tenía constancia de que está práctica estuviese reconocida. No la daba tampoco por inexistente, pero sí que apuntaba más al deseo de los padres adoptivos de poder “tener” un vínculo que a futuro podría abrir una puerta a respuestas y puede que hasta reencuentros.
No creo que sea muy descabellado pensar que nadie reconozca que se realicen esas “marcas”. Supongo que será similar al mutismo que las Āyí - 阿姨 que entregaron a mi hermana a mis padres tuvieron ante las insistentes preguntas de mi madre sobre su familia, su hogar de acogida, cualquier pista que le permitiese seguir tirando del hilo.
De aquellas cuatro mujeres herméticas que no paraban de llorar mi madre consiguió un nombre, no es mucho, pero tal vez a la larga lo sea todo.
Más allá de esa posible situación de negacionismo o silencio a la que quedan condenadas esas familias, bien sean biológicas o bien sean de acogida, esa “marca” o “huella” de amor es lo único que, con todo el dolor que eso implica, pueden dejar como un regalo a sus hijos. Un regalo para recordarles que les quieren, que tomaron la dura y difícil decisión de darles una oportunidad que cambiaría sus vidas y que, tal vez algún día sirva para que puedan volver a abrazarse de nuevo.
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