EL BUDA SUMERGIDO DEL YANGTZE

Las olas de calor y la sequía fueron una de las noticias que predominaron en los medios de comunicación a lo largo del pasado verano. Temperaturas extremas, porcentajes de capacidad de los pantanos muy por debajo de la media o imágenes inusuales del cauce de los ríos en diversos puntos del planeta, coparon titulares. La retirada del agua descubrió pueblos que quedaron anegados, yacimientos arqueológicos de los que se tenía breve conocimiento y otros que han sorprendieron a más de uno.  Es lo que ocurrió en el cauce del rio Yangtzé. 

El Yangtzé (长江) es el río más largo de China, también de Asia. Nace en la meseta tibetana y desemboca en el Mar de la China Oriental. Con una longitud de 6.300 kilómetros, drena una cuenca de 1.800.000 km² y fluye a lo largo de ocho provincias; Anhui, Hubei, Hunan, Jiangsu, Jiangxi, Qinghai, Sichuan y Yunnan y por las municipalidades de Shanghai y Chongqing. Este mes de agosto, su cauce ha disminuido a consecuencia de la ausencia de lluvias y la sequía, que según daba a conocer la Televisión Central de China, “habría secado más de 60 de los ríos que discurren por los 34 condados que conforman la municipalidad de Chongqing”. 

El “Río Largo”, como muchos denominan al Yangtzé,registraba su nivel más bajo en 150 años y la sequía sacaba a la superficie una estatua de la que ni los más ancianos del lugar tenía noticia. Se trata de un grupo escultórico, tallado en piedra en lo que parece ser una isla rocosa en medio del cauce del Yangtzé a su paso por Chongqing de tres pequeñas estatua, en el que se aprecian tres esculturas, cada una de ellas localizada en cavidades cortadas de la piedra. La central, de mayor tamaño, representa a un monje sentado sobre una flor de loto. 

Expertos que han analizado las esculturas aparecidas en el islote, llamado Foyeliang, apuntan a que podrían tener unos 600 años de antigüedad y han datado su construcción en tiempos de la dinastía Ming (1368 – 1644), cuando el budismo arraigó en China. 

Los lugareños tienen su propia teoría para la presencia de Buda en medio del cauce del río. Para ellos el grupo escultórico se talló en la isla al encontrarse en la intersección de dos ríos que confluyen en el Yangtzé donde era frecuente el vuelco de embarcaciones. Un templo en medio de las aguas para que los viajeros orasen por una travesía segura. 

El verano más seco en China en seis décadas dejó máximas de más de 43 grados, un incremento en la demanda de la energía del 25% o cauces como el del Yangtzé secos y mermados convertidos en zonas que invaden los paseantes, como ocurrió en Wuhan. 

No es la primera vez que un Buda emerge de las aguas en China. En 2017 los habitantes de un pueblo localizado en la provincia de Jiangxi descubrieron una cabeza de Buda sentado en una hornacina tallada en la piedra cuando el nivel del agua descendió 10 metros a consecuencia de las reparaciones en la compuerta de una presa en una central hidroeléctrica. La aparición de estatua, de mayor tamaño que la que ha emergió en el Yangtzé, rebeló que bajo el agua se localizaba también un templo de la dinastía Ming que formaría parte de las ruinas de la antigua ciudad de Xiaoshi y que también fue excavada en la roca entre la confluencia de dos ríos como protección para los habitantes del lugar. 

El Buda que emergió en Jiangxi, desapareció bajo las aguas en la década de los 60, cuando se construyó el embalse de Hongmen. Los más ancianos del lugar recordaban que la última vez que la vieron estaba cubierta de una pátina dorada que, como ocurrió con muchas reliquias durante la Revolución Cultural, fueron destruidas u olvidadas cuando se dijo a la ciudadanía que había que deshacerse de “todo lo viejo, feudal y supersiticioso”. 


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