La habitación del pánico no, de las falsificaciones
El último día de clases con laoshi Ann me dió pena, no os voy a engañar, al final le cogí mucho cariño, no sólo por todo lo que he aprendido con ella, que ya os digo que ha sido mucho, sino porque creo me ayudó a estar tranquila en sus clases y me dejó ir a mi ritmo.
El caso es que para despedirse de la clase, porque ella no será la que imparta las clases en agosto, nos puso una película (飲食男女—好遠又好近 - Joyfull Reunion) sobre un cheff con dos hijas que se plantea dejar su restaurante por un problema de salud y la alocada tía del pretendiente de una de las citadas hijas.
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Era de lágrima fácil y me quedé sin ver los últimos 40 minutos pero ¡La he encontrado en youtube! sin olvidarme de la referencia y crítica.
Laoshi Ann se despidió muy cariñosa, me felicitó por mis progresos y me dio su correo electrónico, bueno a mí y a toda la clase, por si queremos mantener el contacto con ella.
Después de salir de clase y dejar los bártulos en la residencia, plan para comer... último día de sopa de verduras en la cantina del campus, localización de la botella que perrea, tendrá su propio post explicativo y de compras y falsificaciones. Primera parada, Retorno a Tianzifang.
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El objetivo de nuestra nueva visita, la tercera, fue la de comprarnos unas carteritas que ya os enseñaré en el post de valoración de compras en Shanghai. Y después... ¡FALSIFICACIONES! para ir al mercado en sí, TAXI, con instantáneas por el camino.
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Pensábamos que llegar al mercado de La Perla, o de las falsificaciones, no nos llevaría tanto pero lo cierto es que estaba un poco apartado y Andi no pudo acompañarnos porque el pobre estaba malito, así que Irantzu, Carmen y yo, véase las tres Marías, nos lanzamos a la aventura.
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Lo que buscábamos eran: Nudos rojos de la felicidad, camiseta de I Love Shanghai (Wo ai ni Shanghai - 我喜歡上海), reloj (no recuerdo la marca), sudaderas de Abercrombie y bolsos, si. Bolso.
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Lo primero que compramos fue el reloj, y como no íbamos muy doctas en el tema del regateo no lo bajamos demasiado. Además pesaba, y llegamos a la conclusión de que si pesaba podía deberse a dos cosas: a) Que realmente era bueno o b) Que estaba lleno de piedras.
La cosa no quedó clara, pero compramos el reloj. Después los nudos y finalmente las camisetas. Quedaban los bolsos y las sudaderas. Íbamos a piñón fijo, sabíamos lo que queríamos Loewe y Louis Vuitton.
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Después de descartar una tienda en la que no tenían Loewe, nos dijeron que ya no está de moda, y en la que tampoco estaba el modelo deseado probamos en otra en la que por primera vez nos mostraron el laberinto.
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¿Qué es el laberinto? Pues es lo que pasa cuando le dan a un botón, se abre una pared y empiezan a aparecen juguetes, después se cierra la puerta, se abre otra y vas de cámara en cámara cual habitación del pánico, pero allí tampoco estaba lo que buscabamos.
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Salimos pensando que no tendríamos suerte en nuestra búsqueda del bolso perfecto pero había otra tienda, en la que preguntamos, nos dijeron que si y se repitió el proceso de las puertas que se abren y se cierran, siguiendo la filosofía de Nicole Kidman en 'Los otros': "En esta casa ninguna puerta debe abrirse sin cerrar primero la anterior" y no es porque los bolsos sean foto sensibles, no, es por si acaso te vas con algo que no es tuyo y sin pagar.
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Entramos creo que en tres o cuatro habitaciones diferentes y en la que yo creo que era la última estaba el paraíso de las falsificaciones. Bolsos, relojes y Louis Vuitton... Tardamos 15 minutos en bajar el precio de dos bolsos de 1950 RMB a 350 por lo que cada una pago 175 RMB por el bolso, menos de 20 euros... No diré quien compro cada cosa, por temas de la aduana ya sabéis.
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Después de los bolsos llegaron las sudaderas de Abercrombie y ahí si que regateamos a conciencia. Tardamos 35 minutos en bajar 3 sudaderas de 2500 RMB a 310, hubo un momento incluso en el que pensé que la vendedora en cuestión nos iba a pegar. Pero nos mantuvimos firmes y usamos el truco de la pesca, arrojar el sedal y tira y afloja y aunque costó nos miró con mala cara y nos dijo que eramos duras y peleonas, alegamos la crisis, nos fuimos con nuestras tres sudaderas que no eran una para cada una así que pensad lo que queráis.
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Con nuestros respectivos botines en la mano salimos del mercado de la seda, dicen, ya de noche y volvimos a la residencia en taxi. Cenamos de calle, esto es fideos de los que ya os he hablado en alguna ocasión y yogures del Wall Mart, y el hecho de volver en Taxi nos ahorró el Metro de Shanghai en hora punta como ya nos pasó el día anterior.
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