Zhujiajiao, un pueblo en el agua
Desde que llegamos a Shanghai, y puede que mucho antes, estaba en nuestros planes visitar uno de los pueblos del Agua, o lo que es lo mismo: las ciudades acuáticas a las afueras de Shanghai. Pero en las excursiones no llegamos a hacerlo y no estaban lo que se dice cerca, o al menos eso pensábamos. Por eso, el último domingo de nuestra estancia en Shanghai, el primero para Marina, Irantzu y yo nos decidimos por Zhujiajiao, que está a 24 kilómetros del centro de Shanghai, y allá que nos fuimos con Marina que quiso acompañarnos. Como no supimos localizar un autobús que nos llevase directos optamos por un taxi.
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Casi una hora de viaje, bueno sin el casi, y 230 RMB que nos costó la carrera, mucho más barato que lo que me cuesta ir desde mi casa al aeropuerto en taxi, que suelen ser unos 29-30 €.
Una vez que el taxista nos dejó en la entrada del pueblo, bajo un calor asfixiante os he de decir, teníamos que andar 6 o 7 minutos hasta el acceso, evitando a los que ya se disponían a ofertarnos el pack turístico para el pueblo, un pueblo, Zhujiajiao que decidimos recorrer a nuestro aire, y por nuestra cuenta.
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Podríamos decir que estos pueblos son como pequeñas Venecia, por estas barcas de bambú y madera en las que nos montamos los turistas para recorrer el río que atraviesa el pueblo y que te puede llevar desde el Templo al Jardín de los buenos modales. Pero si no quieres ir por agua, el pueblo de 1700 años tiene en su haber cerca de 36 puentes. Primero fuimos andando, descubriendo la esencia del pueblo y buscando la oficina de turismo para saber de dónde salía el (Shanghai gōnggòng qìchē - 教練到上海), Autobús para Shanghai.
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Una vez localizado el puesto de información y saber de dónde salía el autobús volvimos al centro del pueblo a la parte que no ha sido transformada por la modernidad y nos fuimos en busca de un barquito... 60RMB nos costaba y una mujer y su hija se ofrecieron a compartirlo con nosotras, dijimos que sí y acabamos haciéndonos la foto de rigor.
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Fuimos hasta el embarcadero más próximo al templo de Zhujiajiao y para llegar a él había que ir por las callejuelas donde se apiñaban los puestos de comida. Entre la fusión de olores, el sol y el calor, Marina se mareó y nos pidió quedarse descansando mientras entrabamos al templo.
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En lo más alto del templo había un altar destinado a proteger a los pescadores del pueblo y alguien tocó la campana realizando una petición. Nosotras la escuchamos cuando ya bajábamos para coger el autobús de nuevo al centro de Shanghai. ¿Sabeís cuanto nos costó el billete? 9 RMB... véase menos de 1€.
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Marina se puso mejor en el viaje de vuelta, Irantzu se durmió encima de mi hombro y yo, fui mirando por la ventana...
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